Se cuenta que un discípulo le pidió a un maestro cómo podía obtener la sabiduría. El maestro sumergió al discípulo en el río hasta que éste comenzó a agitar los brazos en señal de desesperación. El maestro le preguntó: ¿qué pensabas cuando estabas dentro del agua? El discípulo le respondió que en su mente sólo había un pensamiento: aire. El maestro le dijo que obtendría la sabiduría cuando su alma la anhelase con semejante vehemencia, al igual que el cuerpo pediría aire para vivir. Actualmente, el ser humano ha perdido sus prioridades existenciales. Nos han influenciado en desear ciertas cosas como prioritarias, desplazando a otros como el aire para vivir. El ser humano desea desesperadamente dinero y otros bienes que, aunque son importantes, no son la prioridad. Si revisamos cuál es el objetivo de haber encarnado, nos daremos cuenta que la prioridad es evolucionar la conciencia a través de la práctica del amor en nuestras acciones, palabras y mensamientos. Para ello, comenzamos teniendo una base teórica sobre el universo y sus leyes. Luego, alcanzar la paz interior. Si no fuera así, entonces, ¿de qué le serviría el dinero sino puede respirar?
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